martes, 22 de enero de 2013

El gobierno se refugia en Valencia

 Primeros bombardeos de la artillería facciosa, un enemigo que ya está demasiado próximo.

El equipo gubernamental huía hacia Valencia. Un largo convoy de coches, había salido en el atardecer del 6 de noviembre hacia la ciudad levantina desde Madrid. Entre el grueso de personas que marchaban en los coches, destacaba el aparato gubernamental, encabezado por Francisco Largo Caballero, presidente del mismo y a su vez, ministro de la guerra, que abandonaba la capital junto con un amplío grupo formado por los ministros, dirigentes sindicales, algunos representantes de las fuerzas políticas integradas en el Frente Popular y un elevado número de funcionarios.

El impetuoso avance que han desarrollado las fuerzas facciosas durante los primeros compases del otoño ha permitido a la vanguardia de sus ejércitos alcanzar las estribaciones de la capital, y su defensa se prevé, cuanto menos, ardua y dificultosa para la República. Si la capital era tomada por la Rebelión podría provocarse un vuelco severo en el equilibrio general de fuerzas entre el estado español y las fuerzas golpistas.

Madrid, salvo a lo largo de episodios concretos, había acogido historicamente la capital de los reinos, del imperio, y del estado español desde 1562. En su villa se establecieron y desarrollaron las instituciones de gobierno, esenciales para el ejercicio orgánico. Madrid goza de una posición central para con todo el territorio de España, especialmente comunicada y ensamblada como corazón del estado. La República mantuvo sita la capital del naciente y floreciente estado progresista en Madrid, establecida legalmente por el artículo V de la joven Constitución de la II República Española.

Durante la semana anterior habían ido llegando al Ministerio de la Guerra numerosos y alarmantes informes sobre la situación en los frentes limítrofes a Madrid, en los que se comunicaba la deficiente situación de la defensa, se había cedido mucho terreno ante el avance de los insurrectos que se batían con paso firme y con excesivo optimismo hacia Madrid. Tras la toma de Toledo, el potencial del ejército faccioso se dirigía a la capital.

Este temor y desconfianza provocó la huida despavorida de los dirigentes políticos hacia Valencia, que pasaría a ser nueva capital administrativa del gobierno republicano. Pese a ello, Madrid no dejaría de ser ''el corazón de España'', la lucha por el control de la capital atraería durante no pocos meses la obsesión de ambos ejércitos. La toma y control de Madrid en un caso, y su defensa a ultranza en otro sería el objetivo principal de ambos ejércitos, pues su consecución contraería una importancia vital y un signo ulterior en el curso de la guerra. La ciudad quedaba desamparada por sus dirigentes, en ella quedaban los designados para su defensa y el pueblo madrileño, pero sobre todo la confianza entre las masas y unidades militares. Pero fue al desprenderse de estos elementos pesimistas y derrotistas cuando estalló una moral total por la defensa del terreno entre las fuerzas del frente y entre la población civil, como tendremos ocasión de ver. Una moral de esperanza muy bien explotada y enfocada por las secretarías de agitación y propaganda de partidos, sindicatos y la misma Junta de Defensa de Madrid.

Las fuerzas de vanguardia del ejército rebelde, compuestas por aguerridas columnas de legionarios y regulares indígenas en su mayoría, habían logrado un avance arrollador durante las ofensivas acometidas a lo largo de todo el verano. Pero el Estado Mayor de la defensa, nos cuenta el entonces teniente coronel Vicente Rojo1, no tenía conocimiento aproximado de la cifra de hombres con que contaba el ejército asaltante. Tras los combates en Illescas, al norte de Toledo, el enemigo había demostrado el refuerzo en armamento, especialmente mediante el empleo de carros de combate, aviación y potente artillería. Sus fuerzas profesionales contaban con mandos curtidos, la mayoría aguerridos en las campañas del norte de África2. Tras la toma de Badajoz por la rebelión, el 14 de agosto, el ejército expedicionario y el Ejército del Norte enlazaban sus fuerzas en los territorios extremeños, desde los cuales confluirían hacia Madrid, por un lado siguiendo el surco de Tajo y desde la Sierra el Ejército del Norte bajo el mando del general Mola. Las fuerzas que avanzaban desde el sur ocuparon con relativa facilidad las poblaciones de Brunete y Pinto en las jornadas del 1 y el 2 de noviembre.. El posterior avance desde estas posiciones permitió la toma de Vilaviciosa de Odón y Móstoles en la jornada del día siguiente. El sector sur de la capital todavía se vería más ampliado para los atacantes con la ocupación de posiciones entorno al Cerro de los Ángeles,Villaverde,Campamento de Ingenieros y Carabanchel. Con la toma de estos territorios los atacantes contaban con una base estable y de gran amplitud en el sector sur para iniciar el asalto a la capital. Estas posiciones enlazaban con los suburbios de la capital, en especial atención a los puentes que iban desde el de Segovia hasta el de la Princesa. Además con este avance había consolidado una buena base para desarrollar su actividad aérea,así como una base de partida para las columnas en su avance hacia la primera línea del frente. 


El gobierno apenas había dado órdenes para la defensa del terreno. En las semanas previas al inicio de noviembre no se desarrollaron las medidas de fortificación y acondicionamiento del terreno para una defensa propicia y efectiva. El presidente del gobierno y ministro de la guerra no supo sintonizar sus medidas militares con la situación de peligro que se cernía cada vez más sobre Madrid. Se fortificaron algunos puntos de capital importancia,en especial los accesos y entorno a las carreteras que arribaban a la capital en sus sectores sur y oeste. También desde los primeros combates en la Sierra tras el golpe de estado se habían fortificado algunas posiciones serranas y estas habían cumplido en su mayoría logrando fijar y contener al enemigo, el Ejército del Norte que había quedado fijado en las trincheras y posiciones que quedaban en las serranías bajo su control. Cabe destacar entre estas primeras medidas de defensa y fortificación para Madrid el plan desarrollado por el Ministerio de la Guerra en las primeras semanas posteriores al golpe.

Este se denominó como Plan General de Fortificaciones entorno a los accesos a Madrid. Aunque en la bibliografía más reciente también se le ha atribuido el nombre de su ministro, Carlos Masquelet Lacaci. Fue decisión del general Sebastián Pozas, quién se confió su confección a quien fuera ministro de la guerra, el general de ingenieros Masquelet. La trascendencia de dicho sistema defensivo radicaba en la disposición de cuatro anillos de fortificaciones escalonados desde el sur hacia las estribaciones inmediatas de Madrid, aunque de este plan hablaremos posteriormente para abordar algunas cuestiones militares entorno a la lucha en Pozuelo. La naciente Junta de Defensa debía hacer frente al estado caótico en el que se veía sumida la capital. El Estado Mayor debía agrupar, conocer las fuerzas de las que se disponía en aquél preciso instante para combatir al enemigo. A penas se tenían informaciones fiables sobre fuerzas y contingentes embebidos en los diferentes sectores, no se conocía la cifra aproximada de los mismos como tampoco la disposición y organización de estas en el frente. Existían también problemas con el municionamiento relacionados con la escasez del mismo y dificultades de suministro a algunos puntos del frente. La situación era cuanto menos preocupante. En cambio, se tenía información reciente sobre el enemigo que presionaba duramente en las zonas limítrofes a la capital, con especial virulencia en el Oeste y desde el Sur. Se debía organizar un rápido y eficaz sistema defensivo que supiera atender la única misión pertinente en estos momentos: no ceder ni un palmo más de terreno.

Fuera como fuese, la defensa aprovechó esta información, pese a que como hemos dicho pudiera tratarse de un señuelo a fin de distraer un importante número de las fuerzas defensoras, el Estado Mayor tomó la iniciativa. En la noche del 6 de noviembre se dispusieron numerosas brigadas de fortificación que debían atender la rápida necesidad de realizar obras defensivas en los puntos neurálgicos relativos a la orden de operaciones enemiga.,estas obras de fortificación serían completadas por expertos ingenieros militares en los días siguientes al 6.3



1Rojo Lluch, Vicente (2010)
2Las campañas desempeñadas por el ejército español en el norte de África desde principios del siglo XX constituyeron una importante cantera de oficiales experimentados y soldados más que bien fogueados. A los oficiales de más alto rango, en la bibliografía se les ha nombrado constantemente como los ''africanistas''. La mayoría de sus más altos oficiales secundaron ó conspiraron en la organización del golpe de estado del 18 de julio. Así encontramos entre algunos de los más destacados estos militares que desarrollaron su experiencia militar en África: Francisco Franco, Queipo de Llano, Juan Yagüe, Emilio Mola...
3Colodny, Robert(1970) pg 95

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