Primeros bombardeos de la artillería facciosa, un enemigo que ya está demasiado próximo.
El
equipo gubernamental huía hacia Valencia. Un largo convoy de coches,
había salido en el atardecer del 6 de noviembre hacia la ciudad
levantina desde Madrid. Entre el grueso de personas que marchaban en
los coches, destacaba el aparato gubernamental, encabezado por
Francisco Largo Caballero, presidente del mismo y a su vez, ministro
de la guerra, que abandonaba la capital junto con un amplío grupo
formado por los ministros, dirigentes sindicales, algunos
representantes de las fuerzas políticas integradas en el Frente
Popular y un elevado número de funcionarios.
El impetuoso avance que han desarrollado las fuerzas
facciosas durante los primeros compases del otoño ha permitido a la
vanguardia de sus ejércitos alcanzar las estribaciones de la
capital, y su defensa se prevé, cuanto menos, ardua y dificultosa
para la República. Si la capital era tomada por la Rebelión podría
provocarse un vuelco severo en el equilibrio general de fuerzas entre
el estado español y las fuerzas golpistas.
Madrid, salvo a lo largo de episodios concretos, había acogido historicamente la capital de los reinos, del imperio, y del estado español desde 1562. En su villa se
establecieron y desarrollaron las instituciones de gobierno,
esenciales para el ejercicio orgánico. Madrid goza de una
posición central para con todo el territorio de España, especialmente
comunicada y ensamblada como corazón del estado. La República mantuvo sita la
capital del naciente y floreciente estado progresista en Madrid, establecida
legalmente por el artículo V de la joven Constitución de la II República Española.
Durante la semana anterior habían ido llegando al
Ministerio de la Guerra numerosos y alarmantes informes sobre la
situación en los frentes limítrofes a Madrid, en los que se
comunicaba la deficiente situación de la defensa, se había cedido
mucho terreno ante el avance de los insurrectos que se batían con
paso firme y con excesivo optimismo hacia Madrid. Tras la toma de
Toledo, el potencial del ejército faccioso se dirigía a la capital.
Este temor y desconfianza provocó la huida
despavorida de los dirigentes políticos hacia Valencia, que pasaría
a ser nueva capital administrativa del gobierno republicano. Pese a
ello, Madrid no dejaría de ser ''el corazón de España'', la lucha
por el control de la capital atraería durante no pocos meses la
obsesión de ambos ejércitos. La toma y control de Madrid en un
caso, y su defensa a ultranza en otro sería el objetivo principal de
ambos ejércitos, pues su consecución contraería una importancia
vital y un signo ulterior en el curso de la guerra. La ciudad quedaba
desamparada por sus dirigentes, en ella quedaban los designados para
su defensa y el pueblo madrileño, pero sobre todo la confianza entre
las masas y unidades militares. Pero fue al desprenderse de estos
elementos pesimistas y derrotistas cuando estalló una moral total
por la defensa del terreno entre las fuerzas del frente y entre la
población civil, como tendremos ocasión de ver. Una moral de
esperanza muy bien explotada y enfocada por las secretarías de
agitación y propaganda de partidos, sindicatos y la misma Junta de
Defensa de Madrid.
Las fuerzas de vanguardia del ejército rebelde,
compuestas por aguerridas columnas de legionarios y regulares
indígenas en su mayoría, habían logrado un avance arrollador
durante las ofensivas acometidas a lo largo de todo el verano. Pero
el Estado Mayor de la defensa, nos cuenta el entonces teniente
coronel Vicente Rojo1,
no tenía conocimiento aproximado de la cifra de hombres con que
contaba el ejército asaltante. Tras los combates en Illescas, al
norte de Toledo, el enemigo había demostrado el refuerzo en
armamento, especialmente mediante el empleo de carros de combate,
aviación y potente artillería. Sus fuerzas profesionales contaban
con mandos curtidos, la mayoría aguerridos en las campañas del
norte de África2.
Tras la toma de Badajoz por la rebelión, el 14 de agosto, el
ejército expedicionario y el Ejército del Norte enlazaban sus
fuerzas en los territorios extremeños, desde los cuales confluirían
hacia Madrid, por un lado siguiendo el surco de Tajo y desde la
Sierra el Ejército del Norte bajo el mando del general Mola. Las
fuerzas que avanzaban desde el sur ocuparon con relativa facilidad
las poblaciones de Brunete y Pinto en las jornadas del 1 y el 2 de
noviembre.. El posterior avance desde estas posiciones permitió la
toma de Vilaviciosa de Odón y Móstoles en la jornada del día
siguiente. El sector sur de la capital todavía se vería más
ampliado para los atacantes con la ocupación de posiciones entorno
al Cerro de los Ángeles,Villaverde,Campamento de Ingenieros y
Carabanchel. Con la toma de estos territorios los atacantes contaban
con una base estable y de gran amplitud en el sector sur para iniciar
el asalto a la capital. Estas posiciones enlazaban con los suburbios
de la capital, en especial atención a los puentes que iban desde el
de Segovia hasta el de la Princesa. Además con este avance había
consolidado una buena base para desarrollar su actividad aérea,así
como una base de partida para las columnas en su avance hacia la
primera línea del frente.
El gobierno apenas había dado órdenes para la defensa
del terreno. En las semanas previas al inicio de noviembre no se
desarrollaron las medidas de fortificación y acondicionamiento del
terreno para una defensa propicia y efectiva. El presidente del
gobierno y ministro de la guerra no supo sintonizar sus medidas
militares con la situación de peligro que se cernía cada vez más
sobre Madrid. Se fortificaron algunos puntos de capital
importancia,en especial los accesos y entorno a las carreteras que
arribaban a la capital en sus sectores sur y oeste. También desde
los primeros combates en la Sierra tras el golpe de estado se habían
fortificado algunas posiciones serranas y estas habían cumplido en
su mayoría logrando fijar y contener al enemigo, el Ejército del
Norte que había quedado fijado en las trincheras y posiciones que
quedaban en las serranías bajo su control. Cabe destacar entre estas
primeras medidas de defensa y fortificación para Madrid el plan
desarrollado por el Ministerio de la Guerra en las primeras semanas
posteriores al golpe.
Este se denominó como Plan General de
Fortificaciones entorno a los accesos a Madrid. Aunque en la
bibliografía más reciente también se le ha atribuido el nombre de
su ministro, Carlos Masquelet Lacaci. Fue decisión del general
Sebastián Pozas, quién se confió su confección a quien fuera
ministro de la guerra, el general de ingenieros Masquelet. La
trascendencia de dicho sistema defensivo radicaba en la disposición
de cuatro anillos de fortificaciones escalonados desde el sur hacia
las estribaciones inmediatas de Madrid, aunque de este plan
hablaremos posteriormente para abordar algunas cuestiones militares
entorno a la lucha en Pozuelo. La naciente Junta de Defensa debía
hacer frente al estado caótico en el que se veía sumida la capital.
El Estado Mayor debía agrupar, conocer las fuerzas de las que se
disponía en aquél preciso instante para combatir al enemigo. A
penas se tenían informaciones fiables sobre fuerzas y contingentes
embebidos en los diferentes sectores, no se conocía la cifra
aproximada de los mismos como tampoco la disposición y organización
de estas en el frente. Existían también problemas con el
municionamiento relacionados con la escasez del mismo y dificultades
de suministro a algunos puntos del frente. La situación era cuanto
menos preocupante. En cambio, se tenía información reciente sobre
el enemigo que presionaba duramente en las zonas limítrofes a la
capital, con especial virulencia en el Oeste y desde el Sur. Se debía
organizar un rápido y eficaz sistema defensivo que supiera atender
la única misión pertinente en estos momentos: no ceder ni un palmo
más de terreno.
Fuera como fuese, la defensa
aprovechó esta información, pese a que como hemos dicho pudiera
tratarse de un señuelo a fin de distraer un importante número de
las fuerzas defensoras, el Estado Mayor tomó la iniciativa. En la
noche del 6 de noviembre se dispusieron numerosas brigadas de
fortificación que debían atender la rápida necesidad de realizar
obras defensivas en los puntos neurálgicos relativos a la orden de
operaciones enemiga.,estas obras de fortificación serían
completadas por expertos ingenieros militares en
los días siguientes al 6.3
1Rojo
Lluch, Vicente (2010)
2Las
campañas desempeñadas por el ejército español en el norte de
África desde principios del siglo XX constituyeron una importante
cantera de oficiales experimentados y soldados más que bien
fogueados. A los oficiales de más alto rango, en la bibliografía
se les ha nombrado constantemente como los ''africanistas''. La
mayoría de sus más altos oficiales secundaron ó conspiraron en la
organización del golpe de estado del 18 de julio. Así encontramos
entre algunos de los más destacados estos militares que
desarrollaron su experiencia militar en África: Francisco Franco,
Queipo de Llano, Juan Yagüe, Emilio Mola...
3Colodny,
Robert(1970) pg 95
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